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Mientras el humo del cigarrillo inundaba la habitación, su mente estaba perdida entre versos de canciones que lo habían acompañado toda la vida, que ahora se robaban los suspiros que surgían del fondo de sus entrañas en forma de recuerdos. Allí unas lágrimas asomaban de unos ojos que contemplaban el mensaje de una ciudad oscura que le hacía sentir que su corazón se estremecía.

Temblorosamente tomo un sorbo de café que tenía en una mesita junto a su ventana, ventana que había sido testigo de esa mirada perdida cientos de veces. Observo el libro que leía hace un par de horas esperando que su entusiasmo por adentrarse en los párrafos inundados de misterio  volviera, pero era inútil, pues el frio de la noche solo le hacía desear los brazos de esa mujer que tanto lo amo.

Vio con furia la foto que le recordaba esos momentos, que aunque no habían sido fáciles en ningún sentido, si habían sido los más felices de su vida hasta el momento,  recordó toda esa bella época, donde el estar a su a lado  lo hacía realmente feliz y la manera en que su piel fría y suave acariciaba sus manos, además su olor,  un aroma que aunque el tiempo se vea lejano es como si estuviera en esa habitación. Las risas, los lamentos, las bromas, tantas travesuras que hicieron juntos, hacían que en su garganta se formara un nudo que impedía que salieran esos gritos que lo agobiaban, pues como se le había enseñado el era hombre y no tenía derecho a llorar, o al menos no en público….aunque la oscuridad lo camuflaba no quería que sus vecinos “hombres” se percataran de su lamento.

- ¿Por qué no puedo llorar?- le pregunto al aire en forma de susurro, -¿es tan malo decir que me duele su ausencia?-su corazón se aceleró;- ¿por qué debe importarme tanto lo que piensen estos borrachos que ni se han dado cuenta que estoy acá?- dijo con rabia antes de que el cigarrillo le quemara la mano, entonces recordó la vez en que sufrió ese accidente y se mordía los labios para no llorar por que era un hombrecito y los hombrecitos no lloran, pero ella lo tomo de la mano y oculto su rostro entre ese vestido color crema de seda suave con la que siempre la recordaba, donde pudo llorar y aceptar que le dolía, que era humano antes que hombre y que no quería destrozar su labio inferior con la presión que ejercían sus dientes para aguantarse las lágrimas.

-¿Qué es ser un hombre?- pregunto en su mente mientras observaba su quemadura. Pensaba en todos los hombres que han marcado la historia, quería saber que los hacia hombres, muchos de ellos no eran fuertes, entonces pensó en el valor, quería saber si era valiente, si las lágrimas disminuirían su valor; tomo otro sorbo de café mientras recordaba los momentos en los que había intentado ser valiente, pensó en  su infancia cuando intento defender a una persona que estaba siendo golpeada y él llevo la peor tarde por entrometido. También pensó en las veces que prefirió evadir los problemas, ahora quería saber que tan cobarde era.

Nuevamente vio el cristal, ahora empañado por las gotas de la lluvia, sintió el frio más fuerte  que hace un momento,  camino lentamente por su habitación y encendió la luz vio su apartamento, por vez primera observo cada objeto que conformaban tan extraño desorden de papeles y libros, sus lápices revueltos en el escritorio, sus intentos de poesía y arte expuestos a sus ojos le hicieron dar risa, se dio cuenta que cada parte de ese desorden contaban una historia individual, una relación con alguna persona que modifico su vida poco a poco, cada parte de sus letras era una pizca de alma de todos los que se habían topado con él, pero ella estaba en todas y cada una de esas partes. –¿Que dirías si vieras esto?

Una sonrisa esbozo su rostro, su imaginación, (tal vez) hizo que sintiera nuevamente sus caricias, pensó en lo que era ahora, en lo que tenía, en sus responsabilidades, en su búsqueda diaria de ver gente sonreír como ella lo hacía, se percató que sus lágrimas alimentaban su recuerdo, esta vez se sintió orgulloso de esas lagrimas que tanto lo avergonzaron toda su vida, levanto la cabeza y vio el foco que iluminaba sus ojos y decidió continuar un día más.

Oscar Steev Rojas

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